Es cierto que vivimos en una sociedad hipercomunicada, donde a veces es difícil discernir sobre cuál es la información de calidad.
Aun así, la comunicación ética es un valor para las empresas, que se percibe a todo nivel, desde los consumidores y pacientes, hasta los colaboradores y partners de negocios.
De la misma manera en que una empresa invierte mucho tiempo y recursos en cumplir normas GMP o en obtener habilitaciones sanitarias, dar cumplimiento a una comunicación responsable, hace la diferencia.
Por una parte, permite transmitir todo lo que empresa hace día a día para entregar un producto que cumple con las especificaciones y estándares necesarios, que se produce de forma homogénea, protocolizada, con procesos e instalaciones validadas y por sobre todo con un know-how técnico y profesional detrás.
También permite hacer llegar al consumidor una parte de la historia que hace a la identidad de la marca y de sus productos.
Con la misma perspectiva de salud, se puede comunicar sobre su valor agregado, con veracidad clínica y de una forma joven y actualizada.
Este tipo de comunicación no abunda y por esta razón estos mensajes llegan al consumidor con mayor impacto.
Cuidar los aspectos comunicaciones es también cuidar la calidad del producto.
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